10 restaurantes increíbles de París

Le Sot l'y Laisse es uno de esos restaurantes que nos encanta compartir, aunque esperamos que este secreto no se extienda mucho para que no se vuelva muy conocido. Situado muy cerca del cementerio Père-Lachaise, el local ofrece colores, texturas y sabores que proporcionan al visitante una deliciosa sensación de placer y sencillez al mismo tiempo.

La armonía es aquí el denominador común, desde los entrantes hasta los postres pasando por los vinos, cuidadosamente presentados. No pretende superar a nadie: simplemente combina el savoir-faire de la cocina francesa con un toque de la originalidad japonesa. Las influencias del chef Eiji Doihara, formado en Osaka, están claramente presentes en Le Sot l'y Laisse en forma de condimentos, como la soja y el wasabi que acompañan carnes y pescados en su punto o las semillas de sésamo negro que coronan su irresistible manjar blanco.

Las tablas gourmet de la vinoteca Au Petit Rozey merecen tanto una visita como sus vinos. Se encuentra en el barrio de Batignolles, en el distrito 17, un barrio familiar pero de moda repleto de sorpresas del que el Au Petit Rozey toma su espíritu. Aquí, los habituales se mezclan con los visitantes en torno a la antigua barra en un ambiente sosegado que invita a la conversación.

Los vinos naturales, orgánicos y biodinámicos, así como la oferta de embutidos artesanales y quesos maduros, se han seleccionado para estimular tus papilas gustativas y dejarte un increíble sabor de boca. Prueba a acompañar una copa de tinto con sus delicias para compartir, como la lengua de ternera, las verduras a la parrilla al estilo italiano o los mezze: una experiencia maravillosa.

El Hôtel du Nord forma parte del paisaje del canal Saint-Martin desde 1912 y del cine francés desde 1938. Lo que en sus inicios fue un alojamiento popular para escluseros y otros trabajadores se convirtió años después en fuente de inspiración y lugar de rodaje para la película de Marcel Carné Hôtel du Nord. Su fachada, catalogada como monumento histórico en 1989, se ha mantenido sin cambios, pero el restaurante que esconde ha recibido una elegantísima reforma.

Quizás llegues al Hôtel du Nord atraído por su historia y su ambiente cinematográficos, pero la generosidad de su cocina hará que te quedes y que repitas. El restaurante despliega su entusiasmo por la comida rica y atractiva gracias a su oferta de recetas tradicionales con toques creativos elaboradas con productos sencillos y de temporada. El patio, junto al canal, ofrece un entorno maravilloso para los meses de verano.

El nombre "Le Pantruche", que es como se conocía París en el antiguo argot francés, define el ambiente de este establecimiento. Presenta una decoración de bistró con asientos de molesquín, espejos y una barra de zinc y sirve los platos clásicos, como chuletero de cerdo asado, redondo de cordero lechal o pavé de patata. Aunque lo que realmente hace destacar este local es la creatividad, el talento y la extrema frescura que aportan sus platos.
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Toda la carne, el pescado y la verdura provienen de Francia (incluso de la región parisina siempre que es posible) y se acompañan de deliciosas salsas. Y, si hablamos de los postres, todos son tan ligeros como inolvidables. Prueba el suflé al Grand Marnier, una especialidad de la casa.

El Mandoobar solo sirve un plato, pero domina la receta a la perfección. Los mandu, empanadillas coreanas rellenas de carne, verduras, tofu o incluso kimchi (col fermentada), son tan ricos como las gyozas japonesas o los dim sum chinos. Directo desde Seúl, el chef Kim Kwang-Loc ha sabido dar a estas pequeñas bolitas rellenas una excelente reputación sirviéndolas en una vaporera de bambú para conseguir la más explosiva experiencia gustativa y visual.

¿Qué más tiene de especial este restaurante único? Pues solo tiene capacidad para 12 comensales, así que te sentirás un invitado privilegiado, lo que en una ciudad tan poblada como París es tan alentador como descubrir este manjar que bien podría convertirse en tu nuevo placer culpable. Y todo a buen precio.

Pierre Sang, el chef que da nombre a este restaurante asiático de fusión, no es ningún desconocido en la escena gastronómica parisina. Tras abrir otros dos exitosos restaurantes en el distrito 10, Pierre Sang regresa a su concepto esencial, el descubrimiento, que ensalza con nuevos toques de refinamiento.

El chef francocoreano muestra a sus privilegiados huéspedes (solo se admiten 12 comensales) la esencia de su arte en un ambiente sobrio y elegante. Aquí no hay carta: el mismo maestro te guiará por las sensaciones visuales y gustativas que esconden sus creaciones. Las sabias combinaciones de alimentos y vinos y el servicio atento redondean la experiencia.

Le Popine es el mejor lugar de París para descubrir la auténtica y deliciosa pizza napolitana, y esto lo afirman los propios inmigrantes. Aquí la masa casera se deja leudar durante 24 horas, como marca la receta tradicional, y se cuece en horno de leña tras completarla con ingredientes de incomparable frescura, también importados de Italia.

Saca tu mejor acento italiano para pedir los ingredientes que desees añadir: queso fior di latte, mozzarella de búfala, tomates San Marzano, friarielli (una especie de grelos) o el afrutado aceite de oliva virgen extra Muraglia. En la carta encontrarás tres tipos de pizza: las rosse, con salsa de tomate, las bianche, sin ella, y las gourmet, que incluyen desde la venerada Margarita hasta las creaciones del chef y especialidades regionales como la Casertana.

La Brasserie du Louvre es una joya culinaria situada en un hotel de cinco estrellas cerca del Louvre. El local abrió sus puertas en 2019 e introdujo en París las creaciones del célebre chef Paul Bocuse.

Su carta está repleta de clásicos de la cocina gala, desde caracoles y sopa de cebolla hasta filetes de ternera asados y chuletas de ternera. Las raciones son generosas y el ambiente rebosa de elegancia. Si visitas el Louvre por la mañana, pásate a degustar tostadas francesas y otros deliciosos desayunos.

Le Septime ofrece un entorno agradable gracias a su ambiente moderno con vigas de metal, grandes ventanales y mesas de madera en bruto. Su pasión por la cocina es un deleite para las papilas gustativas. Los sofisticados platos de este restaurante, epicúreo por naturaleza, combinan productos de primera calidad de productores de todo el mundo con una precisión que te dejará sin palabras.

Los precios, eso sí, son los que esperarías en este tipo de cena de lujo. Hay que reservar (online o por teléfono) con unas tres semanas de antelación.

El restaurante La Fine Mousse deja de lado los maridajes con vino para centrarse en los maridajes de comida y cerveza, una propuesta no menos digna y que también funciona muy bien. Las cervezas de barril y embotelladas de su amplia bodega resaltan los sabores de sus deliciosos platos refinados y hermosamente presentados, desde los entrantes hasta los postres.

Los productos son fresquísimos y de temporada y varían según la oferta del mercado. Buena prueba de ello es la limitada carta: solo dos entrantes, dos platos y dos postres que cambian semanalmente. También varía la inspiración, que puede ir de Italia a Asia dependiendo de los antojos del chef. Aquí encontrarás cervezas tradicionales, gueuze y lambic, tanto clásicas como exóticas, una apuesta segura en cualquier caso.