Al llegar al Hotel Avenida Jiménez su tamaño lo hacía parecer pequeño frente a otros hoteles y edificios alrededor de él; imagínese, ahí a pocas cuadras se encuentra el que será el edificio más alto de latinoamérica. Pero, además, parecía un pequeñin temeroso ubicado en una pequeña contraesquina y casi sin frente. La cosa no parecía pintar muy bien que digamos, afuera oscuro, solitario por ser día festivo, algo frío y con llovisna; ¡ah! pero al entrar al hotel todo cambió, Primero que nada, su gente...muy amable, atenta y considerada con el presupuesto que tenga uno. De charla amena y fácil, me hicieron olvidar el frio y el hecho de estar lejos de casa. Luego de cena por ahí cerca un tipo de hambuerguesa única y muy rica, me fuí a dormir. Desde el primer momento me enamoré de mi habitación, la 201, ¡Ah! y también de la cama, no extrañé la mia.Los dos días siguientes fue descubrir un hotel dificil de describir...ecléctico, vintage con hippie, oldie nuevo...lindo, muy lindo. Enclavado en La Candelaria, una área antigua donde hay una intensa actividad estudiantil universitaria, de jóvenes alegres pero estudiosos y muy amables tambien, este hotel resultó lo más adecuado para mí. Gracias a las orientaciones del personal, en solo dos días pude conocer puntos esenciales de esta gran ciudad Bogotá. Algo más, el hotel está a pocos pasos del Monserrate, gigante que custodia la ciudad y ofrece vistas únicas. ¡ Un hotel pequeño gigante, atendido por personal de corazón grande grande!.