Buen ejemplo de lo que tiene un riad que no tiene un hotel: arquitectura y diseño que te trasladan a otra época, menor ritmo en el trato, mayor silencio, comidas sólo a petición, habitaciones dotadas de personalidad propia, y un patio que de nada te sirve fotografiar, porque su sensación sólo se consigue estando allí.
No tiene la intimidad de una puerta normal de hotel, así que no es idóneo para la fogosidad, pero más de uno termina en Marrakech con la piel irritada por la polución de todos modos así que...
Es difícil dar con la calle. Sería bueno tener referencias más concretas de como acceder al callejón. Gracias a eso está muy céntrico pero muy aislado. Dicho esto, 6 de mis 8 noches en distintos hoteles del país tuvieron despertares desagradables: máquina de refrigeración, un gallo, rezos a Mahoma... Y aquí, en un sitio más tranquilo, coincidió el equivalente a un afiladooor, que madrugó.
Volvería, si decidiera repetir Marrakech.