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Un pitido cada minuto día y noche, creemos que era un aparato del techo.
En el baño aún olía más a tabaco por la mañana que cuando llegamos y nosotros no fumamos. Aunque estaba prohibido fumar parece que entraba el humo por un respiradero del baño.
Las camas no existían, sólo un par de malos colchones. La supletoria por la que cobraron 27 € la noche no vale eso ni comprándola, no era una cama, el niño prácticamente durmió en el suelo, y como los demás: sin mantas. Lo único medio bueno eran las almohadas y la urbanización donde estaba.
No atendieron ni una sola pregunta por ningún medio y en ningún momento. Así que ya no se me ocurrió preguntar por cuestiones más intrascendentales como el Netflix que decían había, y se accedía pulsando un botón que pulsamos de múltiples maneras infructuosamente.
La cisterna y la tapa del váter funcionaban mal. La ventana no se abría. La ducha estaba en un espacio abierto sin puerta.
Compartir salón y cocina con desconocidos es incomodo. Cosa que hasta llegar nunca tuvimos claro que así sería. Otros clientes llegaron tarde de noche e hicieron ruido hasta las 3 de la noche cuando nosotros íbamos a madrugar. Realmente no eran muy ruidosos pero las paredes parecían de papel, se oía todo.
La habitación era abuardillada y los altos tenían que tener cuidado.
La cocina muy básica pero aceptable.
La escalera para acceder a la habitación dentro del apartamento no generaba mucha confianza.
Lo positivo que desayunamos muy bien en el pueblo más cercano.
Susana
Viaje en familia de 1 noche
