La ubicación es fantástica y el precio es muy accesible, pagas por lo que recibes, una habitación básica, limpia. Obviamente al ser un edificio muy antiguo “restaurado” tiene su “Gracia” pero también sus complicaciones, las puertas no son fáciles de abrir, son muy obscuras (mucho). El personal es un poco seco, son solo dos personas, una por turno, no son alegres o platicafores, más bien lo contrario, pero bueno, tampoco son groseros. A favor, siempre hay agua caliente. La calle es solitaria, pero no es un callejón, es súper céntrica y tranquila, a 3 cuadras de la Catedral y de todos los puntos importantes a visitar.