En pleno centro de Cordoba, al lado de la Mezquita, tranquilo, pequeño, con gran encanto, una terraza preciosa en la que disfrutar de unas preciosas vistas. Dos patios interiores para descansar y relajarte. La atención es muy buena, Maria nos hizo sentir como en casa, con unas explicaciones útiles y perfectas de todo lo que necesitamos. Pocas veces he visto tanta amabilidad. Desayuno buffet en uno de los patios. Muy bien restaurante. Las habitaciones muy cómodas y amplias, aunque pille la última que quedaba, número 3, algo oscura y sin vistas, pero estaba perfectamente explicado al hacer la reserva. Volveré a Cordoba y repetiré el hotel.