Es un hotel familiar, en una buena ubicación, a muy poca distancia del tranvía, tren y barcos. Las personas que lo regentan son muy amables y resolutivas.
Desayuno abundante y variado, en terraza con buenas vistas.
Los baños son muy antiguos. Las señoras de la limpieza se limitaban a cambiar la ropa de cama que les parecía, pero no limpiaron la habitación en una semana. Mejor no mirar los railes de la ducha y de la ventana, sino no te duchabas.