Han sido muy amables, atentas y explicando todo. Siempre interesadas en nuestro bienestar y ofreciéndose a ayudar en todo. El sitio es especial, con encanto y magia. Muy tranquilo, acogedor, te hace sentir como en casa. Puedes desayunar, comer o cenar en su patio y terrazas o dentro en el salón. Tienes a tu disposición la barbacoa, columpio, tumbonas, sofás... y la piscina: día y noche.
Está próxima a playas y bien situada. Hay una tienda a unos pasos por si quieres comprar algo, algún bar, una heladería con helados artesanos muy ricos( el de limón os lo recomiendo! A mi me encantó, fresquito para la temperatura de allí) y un restaurante que tiene una terraza con unas vistas espectaculares, nosotros disfrutamos de un atardecer precioso)