Hotel clásico. Las llaves de las puertas son de metal, no de tarjeta. La habitación tiene dos grandes ventanas que se pueden abrir, con vistas a la calle , a una zona ajardinada y casas del centro de Gdansk. Muy tranquilo. Con una pequeña mesita, dos sillones y reposapiés. Calentador de agua, con café y té, más una botella de vino tinto ( país D’oc ) gratis. Tiene también minibar. La cama son dos camas pegadas, algo incomoda, tampoco demasiado. Desayuno bufé excelente salvo el café. La gente muy amable. El wifi es malo