10 destinos recónditos de España que te fascinarán

Si no conoces la ruta de los pueblos blancos de Cádiz, Setenil de las Bodegas es la excusa perfecta para embarcarte en la que puede ser la aventura más bella de tu vida. La singularidad de este precioso pueblo no tiene parangón: muchas de sus casas, con sus fachadas de cal típicas andaluzas, se construyeron bajo el saliente de una roca. Estas viviendas se excavaron en montañas para protegerse de las antiguas tropas enemigas y también, como cabía esperar, de la soberbia calor del sur de España. Pasea por sus peculiares calles y dirígete al torreón del Homenaje, que perteneció en su día a un alcázar almohade, para conseguir unas vistas (y, de paso, unas cuantas fotos) extraordinarias.

La pequeña aldea de Torla es el último pueblo oscense que atravesarás antes de adentrarte en el parque nacional de Ordesa. Pero no tengas prisa en cruzarlo, que es mucho lo que tiene para ti. Sus calles empedradas y sus típicas chimeneas espantabrujas son un fiel reflejo de la arquitectura pirenaica. Prueba, ya que estás, la gastronomía del lugar, como las migas aragonesas, las carnes del valle a la brasa o el guiso de cordero. Y, cuando hayas cogido fuerzas, entonces sí: encamínate hacia el parque natural y sacia tu sed de aventuras con un amplio abanico de deportes, como el rafting, el descenso de barrancos o la ascensión a Monte Perdido. Este sí que es un viaje completito.

Castellfollit de la Roca es uno de esos sitios cuya imagen vale más que mil palabras, y es que tienes que verlo con tus propios ojos para apreciar su majestuosidad tal y como se merece. Este pueblo se alza sobre un riscal basáltico de más de 50 metros de altura, y sus calles y edificios están construidos, principalmente, de material volcánico. Sus casitas discurren por este risco cual serpiente, formando este increíble pueblo a lo que te parecerá el borde de un acantilado. Cuando te hayas maravillado con la espectacular escena que ofrece el lugar desde los alrededores, adéntrate en él y recorre su precioso barrio viejo hasta llegar a los miradores que te descubrirán una estampa preciosa del valle del río Fluviá desde las alturas.

El municipio de Teguise es el más amplio de la isla de Lanzarote, y todos y cada uno de sus rincones son enemigos del aburrimiento. Desde Costa Teguise, con una superficie de más de 10 millones de metros cuadrados, siendo ocho de ellos zonas verdes; pasando por la caleta de Famara, con callejuelas de arena y una de las playas más hermosas de toda la isla; hasta la propia villa de Teguise, que fue en antaño capital de la isla lanzaroteña. Sobra decirte que, si te gustan los deportes de agua, no podrías elegir mejor lugar: practica surf, buceo o incluso kitesurf. Y es que Teguise te da la oportunidad de sumergirte en la que puede ser la escapada de tu vida.

Rodalquilar, ubicado en pleno centro del parque natural de Cabo de Gata, es uno de esos lugares tan peculiares que quedarán grabados a fuego en tu memoria. Fue antaño un asentamiento minero cuya explotación se centró en el oro, y, a día de hoy, las casitas de todos aquellos trabajadores siguen conservándose a la entrada del pueblo. Pasea por las instalaciones de las minas abandonadas y visita el museo geominero para conocer su historia. Y, si vas en época estiva y la calor aprieta, a pocos kilómetros del pueblo encontrarás el Playazo de Rodalquilar, una playa virgen de arena dorada rodeada por montañas y custodiada por el antiguo castillo de San Ramón. ¿Podría faltarle algo más a tu aventura?

Finisterre, aquel lugar que antes se consideraba el fin del mundo, es, en realidad, el comienzo de un sueño. Visita obligatoria es su faro, mundialmente famoso, desde el que deleitarte con unas vistas inigualables del Atlántico. Son muchos los peregrinos que a día de hoy no dan por finalizado el camino de Santiago hasta llegar aquí, y eso ya lo dice todo. Tras este espectáculo, no te pierdas el encantador puerto, en el que tropezarás además con el tradicional mercadillo que se arma cada viernes. Y, cuando estés en Finisterre, no puedes irte sin hacer el pincho, o sea, irte de tapas: pulpo á feira, navajas, chipirones, tarta de Santiago… A la gastronomía gallega tampoco le falta magia alguna.

Entre las maravillas de la provincia de Granada se encuentra la ciudad de Guadix, y son tantos sus reclamos que te costará creer que todos se concentren allí. En primer lugar, sus más de 2000 casas cueva. Sí, has leído bien, más de 2000, y todas ellas habitadas, no vayas a creer que están abandonadas. Con siglos de historia, algunas de ellas se pueden visitar o incluso ofrecen alojamiento, ¿no tienes curiosidad por dormir en un hotel cueva? 

Pero, como ya sugeríamos, eso no es todo. Cuando estés allí no puedes irte sin visitar el teatro romano, construido en el siglo I, o la alcazaba árabe, desde la que disfrutar de unas vistas señoriales del lugar. Y, para rematar tu viaje, pon rumbo a la catedral, con una amalgama de estilos góticos, renacentistas y barrocos que crea una construcción, cuanto menos, preciosa.

Por su nombre, Cuevas del Agua ya te da una pista de lo más representativo de esta aldea, pero nos apostamos lo que quieras a que ni te imaginas lo que te espera. La única entrada al lugar es, nada más y nada menos, que una travesía por una cueva de más de 300 metros de longitud. Puedes atravesarla en coche, pero te aconsejamos que lo hagas a pie para poder contemplar sus estalactitas y estalagmitas, algunas de ellas hasta con nombre propio. Cuando llegues al final de la cueva, se descubrirá ante ti este precioso enclave, rodeado de montañas y de un paisaje verdoso en el que perderte con los ojos y respirar, casi literalmente, paz.

En plena sierra Norte de Madrid se ubica Patones de Arriba, pueblo que contrasta sobremanera con el ajetreo de la capital. Es decir que, si quieres escapar del barullo, este es tu sitio. El enclave data del año 1500, y su arquitectura, encarnada por calles de piedra y edificios de pizarra negra, te transportará a otra época en cuanto te adentres en sus vías. A más de 800 metros sobre el nivel del mar, las vistas de la sierra desde Patones son todo un regalo. Además, el viaje no solo te merecerá la pena por el lugar en sí, sino que sus alrededores cuentan con perlas que no puedes perderte, como la cueva del Reguerillo (una de las más importantes de la provincia) o la presa del Pontón de la Oliva, construida en el siglo XIX. Este pueblo es, sin duda alguna, todo un ejemplo de las maravillas que tiene para ofrecerte el mundo rural.

Enclavado en su valle homónimo, Guadalest es un precioso pueblo medieval que se encuentra bajo el amparo de su atractivo más famoso: el Castell de Guadalest. Este castillo se alza sobre la roca más alta del pueblo, y ofrece unas vistas del pantano de Guadalest y de los alrededores que te dejarán sin habla. Además, el entorno natural se presta a numerosas actividades, y es que puedes aprovechar tu visita para practicar senderismo por sus encantadores rutas, ciclismo o incluso escalada. No hay mejor manera de vivir una aventura que adentrarte en ella rodeándote del paisaje natural más hermoso.